La aportación de hoy tiene bastante que ver con la que Cañita Brava planteó ayer, pero como soy un ególatra, no puedo relegar mi aportación a un segundo plano y es por eso que abro una nueva línea de debate.
Hace escasos días la titular de los Juzgados de Colmenar solicitó "ser apartada de la tramitación" de dos expedientes de matrimonios homosexuales basándose en su derecho a ejercer la objeción de conciencia.
La verdad es que me parece bien que, quién así lo estime oportuno, presente sus objeciones a lo que le plazca. Yo no estoy de acuerdo con la ley del matrimonio homosexual que, si no me equivoco, no consiste en otra cosa que en una leve transformación de la ley del matrimonio de siempre para que donde pone “marido y esposa” ponga “cónyuges” (los que se unen bajo el mismo yugo). Me parecería mejor hacer una ley especial para estas uniones (y para otras muchas que quizá también debieran ser reguladas) para evitar polisemias un tanto absurdas en cosas de significado muy arraigado.
Sea como fuere, es imposible legislar de modo que todo el mundo esté contento y goce al aplicar las leyes que emanan de nuestra sacrosanta Cámara Baja (¿o es la Cámara Alta la que tiene la última palabra?).
Yo me pregunto ¿es lícito objetar sobre cualquier cosa basándose en cuestiones de conciencia?
Comprendo que alguien no quiera ejercer de verdugo en el supuesto de que en su Estado exista la pena de muerte. También entiendo que uno se niegue a practicar un aborto (sinónimo de asesinato para muchas personas entre las que me incluyo). Me parecería también lógico que una persona se niegue a participar en un jurado popular por no sentirse capacitada para juzgar a nadie (ese es mi caso a pesar de que día tras día me lo paso bomba criticando a ZP).
Prestarse a oficiar un matrimonio entre homosexuales con cámaras de televisión e invitados del mundo de la farándula, como lo ha hecho, con gran maestría, Trinidad Jiménez, es algo que, posiblemente tampoco hubiese hecho yo, pero firmar un expediente de unión entre Zerolo y su actual esposo, no veo por qué pueda resultar atentatorio contra la conciencia de nadie. Que yo sepa, esa firma no tiene carácter sacramental ni nada parecido. Para los que tenemos una idea de matrimonio que trasciende más allá de lo que un papel administrativo pueda reflejar, ese “matrimonio” simplemente es un papel más (igual que lo es el certificado civil de cualquier otro matrimonio). Yo no me sentiría especialmente mal por firmarlo (menos aún cuando viese la alegría que mi simple firma parece producir en los alegres contrayentes). Vuelvo a repetir, no obstante, que preferiría que no se llamase matrimonio pero como ZP tenía prisa, eso es lo que hay.
Y tras estas reflexiones en las que puede llegar a parecer que soy “progresista”, dejo el turno al resto de los lectores para que opinen y se enzarcen en un apasionado debate.