El blog de Don José Blanco
El otro día me enteré de que nuestro admirado Pepiño Blanco tiene un blog y, como siempre he querido dedicarme a la política, me ha parecido interesante darme a conocer a algunos de ellos aprovechando este sencillo cauce de comunicación que ponen a nuestro alcance.
Reproduzco mi comentario al artículo de Don José titulado "Ácido bórico" para vuestro solaz y deleite y, de paso, para polemizar un rato con vosotros.
Mi muy estimado Don José:
Es la primera vez que puedo dirigirme a un político en activo para expresarle mis opiniones, y eso me llena de gozo. Además, tengo que reconocer que usted me cae simpático.
En su artículo dice algo que últimamente se repite mucho (muchísimo) desde las filas del PSOE y del PP. Me refiero a la insistencia con la cantinela de lo mucho que miente el otro. Usted dice: “la doctrina de Rajoy tiene un enunciado sencillo: cada día una mentira, la de ahora parece mentira, suena a mentira y huele a mentira”.
¿Cómo está usted tan seguro de que Rajoy miente? (De hecho, Rajoy no fue el que redactó aquel informe-borrador, sólo pretende que se aclare ese baile de documentos) ¿Ha leído el sumario del 11-M? ¿Ha consultado toda la documentación anexa del mismo? ¿Ha podido constatar la veracidad de todas las pruebas periciales que se hicieron en los trenes? ¿Estuvo presente en los interrogatorios hechos a los sospechosos?
Estoy convencido de que la respuesta a todas mis preguntas es negativa ¡Por supuesto que lo es! ¿Quién podría comprobar la veracidad de todo lo que le cuentan a uno? Necesitamos fiarnos de alguien. No podemos vivir desconfiando de todo el mundo. Así no avanzaríamos. No es bueno ser desconfiado con todo el mundo pero, también hay que ser cauto y pensar que esa confianza la aprovechan algunos (todos la aprovechamos alguna vez) para mentir y manipular a los demás.
A usted, como a casi todos, le basta con que su gente de confianza le diga que hay pruebas que demuestran algo para que, sin necesidad de constatarlo, les crea. Pues lo mismo que le pasa a usted, nos pasa a casi todos. El problema es que no todos nos fiamos de las mismas personas. Unos se fían de Iñaqui Gabilondo, otros de Jiménez-Losantos, otros de Pedro J. Ramírez, otros de Luis del Olmo, otros de Boris Izaguirre…
Usted mismo sabe que cuando dice que Rajoy miente, miles de personas, sin preguntarse en qué miente el líder de la oposición, repetirán como papagayos la misma frase. Y lo mismo ocurre cuando hablan políticos o periodistas de signo opuesto (gente dispuesta a creer cualquier cosa que digan sus “ídolos” la hay en todos lados).
Desgraciadamente nadie tiene el tiempo ni los medios para poder investigar personalmente la veracidad de todo lo que le cuentan, así que, nos guste o no, tendremos que tomar partido por quien más convincente nos parezca. Esta situación es verdaderamente terrible porque aquellos que pueden (y deben) constatar que las cosas son ciertas o falsas pueden aprovecharse (y lo hacen a menudo) de su ventaja sobre los demás para deslizar pequeñas mentiras, o grandes bulos, a sabiendas de que sus incondicionales creerán cualquier cosa que salga de sus boquitas.
Yo no sé si los periodistas (o aficionados) que investigan y desmenuzan los acontecimientos del 11-M nos están mintiendo o si nuestros gobernantes nos están ocultando algo. No sé si es tonto defender teorías conspirativas o si es una simpleza descartarlas por completo.
Es posible que establecer una conexión entre ETA y los atentados del 11-M por las razones aducidas en el informe (perdón, en el borrador previo al informe) sea algo muy traído por los pelos, pero no me negará usted que su teoría de una mentira al día es bastante más cutre que la del famoso “borrador”. De hecho creo que es un plagio de la tesis de nuestro amigo el oso Baloo que proponía “un platano al día… Por lo menos”.
Y, siguiendo con las mentiras y las verdades, con las dudas y las certezas. Yo tengo la esperanza de que este rollete que he escrito llegue a ser leído por Don José Blanco, pero ¿De verdad es usted el que escribe los artículos de cabecera? ¿Lee alguno de los comentarios que sus admiradores y sus críticos ponemos en él? ¿Es esto un paripé para simular cercanía con el pueblo? ¿Es un intento sincero de sondear lo que opina la gente sobre diversos temas?
Como verá, me muevo en un mar de dudas y, a diferencia de usted (o del señor Gabilondo, o del señor Jiménez-Losantos, o de tantos y tantos otros), yo no tengo las cosas tan claras. Don José, si fuera usted tan amable de darme la receta para saber dónde está la verdad, le agradecería que me la hiciese llegar.