Historias del excusado
Ayer, poco antes de terminar mi dura jornada laboral, decidí pasar por el servicio de caballeros para aligerar mi vejiga y poder emprender el viaje de regreso al hogar sin equipaje extra.
Con ese objetivo en mente, acudí al excusado más cercano a mi puesto. Desgraciadamente, no dispone de urinarios sino de un par de cabinas con sendas tazas “depositorias”.
Los que meamos de pie sabemos por experiencia propia que una taza en la que orinan más de dos hombres siempre acaba exhibiendo una decoración de gotelet húmedo aderezado con pelos escrotales pegados por todo el borde del recipiente.
El estado de la primera cabina no pude admirarlo porque la bombilla que otrora la iluminara, había dejado de lucir. Me dirigí con presteza al segundo receptáculo y, sin pensarlo dos veces, cerré la puerta, liberé el “caño” y, mientras la vejiga trabajaba para vaciarse, aprecié que mis pies estaban posados sobre un charco que, en cierta zona, amarilleaba.
¡Dios mío! – me dije - ¿Será verdad lo que estoy pensando? ¿Habrá sido alguien capaz de mear contra la pared en lugar de disfrutar del gozoso sonido del chorrete golpeando con el agua del fondo del inodoro?
En esa zona no hay grifo ni se apreciaba fuga alguna del retrete. Sólo cabían dos opciones:
1-Alguien vació su botellita de agua en el suelo inadvertidamente.
2-Alguien decidió mear con estilo aspersor para vengarse de lo mal que le tratan en su empresa.
Yo, como no soy optimista antropológico, creo que la segunda opción es la más plausible. Además, la tonalidad gualda del caldillo del suelo sugería que los tiros iban por ahí.
Pensé en llamar a Horatio Cane para que me ayudara a descubrir al culpable, pero me acordé que él está en Miami y no podría llegar antes de que el equipo de limpieza acabara con todas las pruebas, así que me quedé sin saber a quien culpar del suceso.
Seguiremos investigando.
17 Comentaios:
Hace ya unos años, volvía yo con mi amigo Pepiño de pasar una simpática noche haciendo el memo como lo solemos hacer los jóvenes (bebiendo sin ganas y moviéndonos al son de una música que no nos gusta). En nuestra ruta de regreso a casa aparecieron las ganas de orinar y se fueron incrementando (¡por qué beberemos tanto!) y, puesto que la casa de Pepiño ya estaba cerca, pedí a mi amigo que me dejase mear en su hogar.
Pepiño tiene una madre de esas que se pasan el día vigilando a todas las motas de polvo de la casa para, en el caso de que alguna se atreva a posarse sobre un mueble, quitarla con la mayor celeridad posible. Vamos, que allí todo brilla más que el Lucero del Alba (que es, como acabo de ver en Google, el nombre que recibe Venus).
La madre de Pepiño, doña Clara, es de las que cubre los sofás con una sábana (que limpia semanalmente aunque no se siente nadie sobre ella). Los sofás deben de ser preciosos, pero daría igual que no lo fueran porque nadie los ha visto nunca: Siempre están cubiertos.
¡Y qué decir del cuarto de baño! ¡Aquello es un primor! Las toallas impecables (cada vez que uno se seca con ellas, allí está doña Clara con una de repuesto), el lavabo, la bañera, el bidet y el inodoro parecen recién estrenados, mejor dicho, recién instalados, porque si alguien los hubiese estrenado no podrían brillar tanto.
Tanto primor me impresionó tanto que olvidé por un momento lo que había ido a hacer allí: Mear.
El caso es que Pepiño se puso a limpiarse los dientes a la vez que yo orinaba (con mucho cuidado de que no saltase “metralla” fuera del receptáculo).
En esto estábamos cuando sonó mi teléfono, y yo, que soy de los pocos hombres que sabe hacer varias cosas a la vez, liberé la “manguera” y agarré el móvil. Me llamaba mi amigo Joseph Lluis (un catalán muy majo) y me alegró tanto su llamada que olvidé que, mientras hablaba, el chorro seguía fluyendo. El caso es que, como soy un tipo muy dado a los aspavientos, comencé a moverme de un lado a otro… Y el chorro seguía fluyendo.
En esto que veo a Pepiño con el cepillo de dientes en la boca (llena de espuma) y las manos en la cabeza mirándome. Yo, al pronto, me reí de su aspecto y, de repente, noté frío en mi zona escrotal.
¡Dios mío! Había dejado el inmaculado retrete como un cuadro de Miró (menos mal que los orines no manchan tanto como las pinturas al óleo). Dejé el móvil en el bidet y agarré la picha enloquecida con las dos manos para poder gobernarla de nuevo. La dirigí a la taza y, no sin gran preocupación, acabé de vaciarme.
Lo que vino luego fue, como sospecharéis, una intensa sesión de limpieza. Nos costó dejar todo como estaba, pero lo conseguimos y, según creo, doña Clara aún no sabe nada de aquel terrible suceso. De haberlo sabido, sin duda, le hubiera dado un síncope.
Un saludo para Pepiño
P.D.- Esta historia es absolutamente verídica. Los nombres son lo único ficticio.
Deberías sentirte afortunado, oh Meteorismo, porque el servicio de limpieza de tu empresa llegue antes que H.C. volando con Iberia desde Miami. Yo he miccionado en sitios donde el estudio de los orines no sería propio del CSI sino de los arqueólogos de Atapuerca.
He de romper también una lanza en favor del sexo masculino (aun a riesgo de que las mujeres que pudiera haber entre nosotros se levanten y abandonen el blogg) pero también entre el bello sexo las hay cuyo sentido de la urbanidad y la limpieza oscila entre el de un cerdo punky y ninguno. Por azares de la vida encontrábame yo a cargo de los servicios de un campamento de verano. Regularmente (por lo menos una vez al día), alguna de las tazas de los servicios de mujeres se atascaba debido a las compresas, tampones y demás que las usuarias dejaban caer por el agujero de la misma. Solución: guante de goma y a meter la mano hasta el sobaco en la mierda, porque, claro, no vayais a pensar que eso de que la taza estuviera atascada refrenaba a alguien cuando se trataba de hacer sus aguas menores e, incluso, las mayores.
Metorismo, sigues tan petulante como siempre.
Esto con Aznar no pasaba.
Laurent
¡Cuántas cosas se aprenden compartiendo este tipo de experiencias!
El Gobierno debería hacer una "ley integral de ordenamiento de las deposiciones" en la que se establecieran controles para los actos excretores y multas para quienes no cumpliesen con rigor la normativa.
Espero que en la nueva asignatura de "Educación para la ciudadanía", se enseñe a nuestros niños a hacer sus necesidades de modo solidario.
eso eso, deberian de crear un estatut sobre el comportamiento humano en los baños publicos...
brave
Esta situación me recuerda que en mi pais (Colombia) se suele decir "Mear fuera del Tiesto..." tanto para situaciones explicitas (como ésta) como para:
- Que algo/alguien no está donde debería o no actúa como se supone que debería, etc..
- Significa decir o hacer algo inadecuado o equivocado.
- Quiere decir o que está fuera de contexto o que no están respetando las normas
Ahi dejo el dato.
¡Cuánto gozo me ha producido la lectura de esta noticia!, el apasionante mundo de la micción y la deposición no deja de proporcionarnos momentos de solaz e hilaridad..
Como bien sabe mi estimado Meteorismo, tenemos un curioso personaje en el "proyezto" en el que ambos "trabajamos", que se dedica a poner papel higiénico en el pomo de la puerta del baño.En parte le comprendo, porque es una sensación harto desagradable el poner la mano en el pomo y notar como se humedece con un líquido del que no queremos saber la procedencia..
Otro día contaré un momento depositivo que tuve hace tiempo en un viaje a Zaragoza..
Siempre es un placer colaborar en este estulto blog.
Una sonrisa se ha dibujado en mi cara al recordar tremenda anécdota, que momento de risas pasamos en aquel retrete. Lo único malo es que minutos después nos tocó 'fregar el fregado' que monté desintencionadamente.
Pedro, tu siempre tan chisposo. Gracias por traerme a la memoria este acontecimiento, que curiosamente ha sido tema de conversación con amigos no hace mucho.
Afortunadamente me libré de vivir esa experiencia, porque supongo que sabes que no fuiste la única víctima de la broma del meón de la 5ª...
Sin embargo el tema me preocupa, porque últimamente se vienen sucediendo unos hechos bastante alarmantes en dichos servicios, primero fue el Shitberg y ahora la Golden Outside Rain...
¿Qué será lo próximo?, no quiero ni imaginarlo...
Un sábado por la noche, ya casi de madrugada, cuando te has bebido hasta el agua del cenicero, vas con tu amigo en el coche camino de su casa, ya habíais quedado la semana pasada en salir esa noche hasta cuando el cuerpo aguante y dormir en casa de tu amigo, ya que la tuya queda a muchos kilómetros.
LLegas a su casa, os acostais, y al rato te levantas todavía con la sensación de que el mundo entero está girando entorno tuyo, vas al baño medio dormido, depones haciendo esfuerzo por no quedarte ahí dormido y que te descubra la madre de tu amigo por la mañana sentado en su trono.
A la mañana siguiente te despierta un grito que asusta al más pintao, te leventas para ver que pasa, y ves a tu amigo y a la madre de tu amigo en la puerta del baño donde habías estado hace unas horas, mirando con horror el bidé lleno de mierda.
Esto me lo contó un amigo, y recuerdo que en su día me hizo mucha gracia, supongo que no tanto a la madre.
Profeta,
¡qué grande eres!
Bienvenido de nuevo a este necio blog en el que la estulticia nos une y la necedad nos define.
Por cierto, ¿a qué se ha debido tu ausencia?, ¿no te habrás convertido en un "mega-líder" en ISBAN?
M.A.S. dixit.
Estoy muy satisfecho de la buena acogida que ha tenido el tema escatológico. Hoy se nos han unido grandes personajes como Pepiño, Jerome y Fabián. ¡Bienvenidos al mundo de la necedad!
Por cierto Fabián, lo de "mear fuera del tiesto" también se usa por aquí con esos significados que tan doctamente has enumerado para nuestro conocimiento. Así que eso no lo podemos considerar como hecho diferencial sino como detalle que une a nuestros lejanos pueblos.
¡VIVA LA HERMANDAD! ¡LA ESCATOLOGÍA NOS IGUALA!
La historia de la cagada en el bidet me parece de lo más hilarante y me recuerda la de cierta amiga que un día que estaba reventando de ganas de mear, llegó por fin al retrete de su casa y, cuando se despojó de las vestiduras que se interponían entre su aparato miccionador y la taza, aflojó el esfínter y gozó. Tanta urgencia tenía por liberar sus tensiones que no se dio cuenta de que no había levantado la tapa del inodoro. Las cataratas del Niágara no eran nada comparadas con lo que caía por todo el contorno de asiento retretil.
¡Qué alegría! Este es uno de mis temas favoritos.
Tengo cientos de experiencias hilarantes a lo largo de mi ya dilatada vida relativas al arte de deponer.
Pero como no me quiero extender, como muestra un botón. Hace apenas unos días he estado convaleciente con una gastroenteritis coleriforme ( aún recuerdo cuando los payasos decían que tenían un gato enterito con uniforme, je, je ) y tuve que reposar en casita. A fin de estar cómodo, me puse encima del pijamita un albornoz.
Es esas estábamos cuando un fuerte apretón me llamó a deponer al wc, con tan mala suerte que no me di cuenta que no levanté adecuadamente el faldón trasero del albornoz, lo cual supuso que cuando mi esfinter disparó la salva correspondiente mi albornocito quedara cual cuadro de Tapies.
Hilarante a la vez que apestoso.
En otro alarde campestre y pastoril voy a relatar otra de mis escatológicas historias de campamento.
En las ocasiones en que no contabamos con esas magnas creaciones del ingenio humano que son el agua corriente y las tazas del water, cavábamos en el campamento una letrina. Las citadas letrinas no eran más que un "bujero" sobre el que se colocaba un cajón negro con una abertura en la parte superior. Puede objetarse bastante sobre la salubridad de esta práctica, pero tampoco es que sea muy agradable pasearse por el campo esquivando las "caquitas" de un centenar de marranflos de diferentes edades, un par de decenas de los cuales andaban siempre diarreicos.
A lo que iba: bujero, cajón negro, plástico alrededor (para preservar la intimidad). Ya está preparado el escenario del drama.
Algún cerdo que no tenía en demasiada estima su integridad física agarró un día un cajón y lo trasladó a otro rincón del recinto letrinero. Consecuencia: entrabas en la letrina y veías a tu diestra el cajón, a tu siniestra el agujero. Pues bien, no sé mediante que procedimiento mental un grupillo de estultos identificaron el cajón como el sitio donde hacer sus deposiciones pensando, quién sabe que, que, mediante un mecanismo similar al de Star Trek, la caca se desintegraba dentro del cajón y aparecía en el agujero. El que esto suscribe, que había ido a las letrinas a rociarlas bien de Zotal, puede dar fe que no era así. Una vez protegidas las manos de las miasmas de la caja por unos guantes y abundante papel higiénico, levanté la misma para devolverla a su lugar y me encontré con una pequeña montañita de mierdas de varios tipos y procedencias.
¡Qué grandes aventuras se viven en los campamentos veraniegos!
Yo, siempre que he ido al monte, lo he hecho sin acampar más de un día o dos en el mismo lugar y, por eso, mis deposiciones quedaban ubicadas dispersamente por los distintos sitios en los que montábamos el campamento. Es una pena, pero nunca he experimentado el gozo de defecar en una letrina, por eso me resulta tan grato leer las aventuras que traes a nuestras páginas, amigo Jajaja.
Thestinkybaldy, deberías mostrarnos una foto del estado del albornoz una vez decorado con la explosiva deyección que generó tu simpar intestino. Haría las delicias de todos los lectores.
¡Hay que joderse con el Zp!
Va a sacar adelante el Estatut de Cataluña, y ahora va a ceder ante los nacionalistas vascos concediendoles la independencia después de que ETA anuncie una tregua
Dentro de poco lo único que unirá a España será El Corte Inglés.
Laurent
...no no...te equivocas..nos unira el recibo de la luz :P
Brave
Publicar un comentario
<< Home