Los curas también pueden hablar de sexo
Una vez más estamos a vueltas con el rollo de la Iglesia Católica y los condones y, como suele ocurrir cada vez que algún miembro de la jerarquía eclesiástica osa hablar públicamente, la legión de los paladines de la libertad de expresión se apresura a decir eso de que “Los curas no deberían hablar de aquello que desconocen”, es decir, de sexo.
Ante semejante afirmación yo me pregunto cuál es la razón de que gente como usted y como yo podamos tener un “blog” como este y opinar en él sobre todo tipo de cosas de las que, sin duda, sabemos tan poco o menos que los curas sobre el sexo.
Yo no viví la Reconquista pero puedo documentarme sobre ella y acabar sabiendo sobre el tema mucho más que muchos que sí la vivieron. No es necesario que sea astronauta para poder conocer, incluso con gran detalle, todo lo que tiene que ver con las misiones espaciales. Tampoco necesito vivir un terremoto para saber que cierto tipo de construcciones pueden venirse abajo a partir de cierta intensidad de los temblores. Incluso me atrevo a decir que la ingesta de cocaína u otras drogas es perjudicial sin haber tenido que probar sus efectos en mi cuerpo. También podemos atrevernos a criticar ciertas actuaciones de nuestros políticos sin necesidad de haber cursado la carrera de Ciencias Políticas. Pues bien, si cualquier persona puede
documentarse sobre el tema que quiera y formar una opinión sobre el mismo, teniendo en cuenta que los miembros de la jerarquía eclesiástica son también personas, nada les impide documentarse y opinar sobre lo que estimen oportuno.
Si defendemos la libertad de expresión, defendámosla de verdad, dejemos que cada cual diga lo que estime oportuno. Me parece correcto criticar la postura de la Iglesia argumentando por qué nos parecen mal sus decisiones, lo que no me parece sensato es intentar deslegitimar una opinión alegando que quien la emite no tiene experiencia sobre el tema objeto de discusión. Si tal argumento fuese válido, sólo los expertos en cada materia tendrían derecho a opinar sobre ella y me temo que esa situación no es la deseable.
Yo quiero seguir pudiendo opinar sobre las misiones espaciales aunque no conozca sus detalles, y quiero poder hablar sobre la constitución europea aunque no la vaya a leer, y sobre Gran Hermano aunque no tenga intención de participar en ese concurso. También me gusta hablar de religión o de temas esotéricos o paranormales aunque nadie pueda demostrar nada en este terreno. ¿Quién ha decidido que por no tener habitualmente relaciones sexuales no se pueda tener conocimiento del tema?. La política me apasiona aunque jamás haya ostentado cargo político alguno. Hablemos, en fin, de lo que queramos. Yo sólo pondría una condición (que secundará quien quiera, por supuesto): dejemos siempre un pequeño margen para la duda, no nos creamos nunca en posesión de la verdad absoluta. Sólo así podremos seguir incrementando nuestro conocimiento.
¡Que siga el debate!
12 Comentaios:
Estimado editor:
vivimos unos momentos turbulentos. Como bien comentaba usted en una de sus acertadas intervenciones previas, ¿quién nos dicta qué es cultura y qué no lo es? ¿Por qué las películas de Almodóvar deben ser premiadas por su espíritu vanguardista y atrevido y las de Garci denostadas por su sabor rancio y añejo ? ¿Por qué si no eres homosexual y además eres cristiano y liberal te etiquetan como un facha intolerante? ¿Por qué los curas no pueden hablar de sexo o política ? ¿ Por qué Jiménez Losantos es un fanático e Iñaki Gabilondo un paladín de la moderación y el entendimiento ? ¿Por qué en una manifestación de Víctimas del Terrorismo parezca que la víctima sea José Bono ? ¿Por qué decir NO a la Constitución Europea es querer el inmovilismo?
En fin, me vienen un buen número de preguntas a la cabeza que me hacen pensar que efectivamente, vivimos malos momentos para la libertad de expresión y pensamiento. Que cada cual opine lo que quiera mientras sea respetuoso con las de los demás.
Nada más, y como una cosa no quita la nota, sólo me queda pendiente un compendio de insultos al editor de esta querida y cada día más visitada página web: ¡¡ mentecato !! ¡¡ merluzo !! ,¡¡mameluco !!, ¡¡ cenutrio!!, ¡¡ lerdo !!
Estimado e insultante lector:
Me maravilla el compendio de sensatez y estulticia que vuesa merced atesora en su interior. Le insto a que siga aportando sus ideas e insultos a este blog. Todo lo que escriba será publicado sin censura para que la libertad triunfe sobre la represión, para que la pluralidad reine sobre el pensamiento único.
Me parece muy bien lo que dices, pero por favor… no comentes tu mismo tus escritos, que se nota demasiado. Ese nivel de pedantería es poco común. Vas progresando, que es lo importante, pero algo te tengo que decir: Intenta sintonizar menos la COPE y un poquito más la Ser para poder ser más ecuánime.
¡Exijo una disculpa ante tan intolerante comentario! Pediré a ZP que cree una comisión de investigación para averiguar la identidad de quien osa instarme a escuchar la SER (lo hago de vez en cuando) y acusarme de escuchar la COPE (eso es cierto), además de proclamar a los cuatro vientos (en esta web debería proclamarse a las cuatro ventosidades) que soy yo mismo quien escribe los comentarios(algunos sí, pero los que tienen faltas de ortografía no).
Confío en que se lleve a cabo un acto de desagravio a la mayor brevedad posible. En caso contrario no ocurrirá nada y todos seguiremos insultándonos con cordialidad en este foro.
¡Con qué habilidad y buena pluma nuestro editor ha contestado al comentario anterior!
Como sabemos, nos encontramos en un espacio de libertad, donde cada uno da su opinión y no intenta 'hacer recomendaciones' a los demás sobre cómo cambiar su vida y ser más 'ecuánimes'.
De todos es conocida la anécdota de ( que en paz descanse ) Doña Carmen Polo de Franco.
Doña Carmen era dueña de un caballo, pero cierto día tras tomar su café con porras bendecidas por el obispo de la diócesis, fue al establo del Palacio del Pardo y comprobó que el caballo había desaparecido.
Entonces vino el Caudillo a consolarla y a decirle:
-¡Qué mala suerte has tenido! Para un caballo que tenías y se ha marchado.
Y Doña Carmen dijo:
-Sí, sí, así es, así es.
Pasaron unos días y una mañana ( tras la misa de 9:00 ) Doña Carmen se encontró con que en la puerta del Palacio no solamente estaba su caballo, sino que había traído otro.
Vino el Caudillo y dijo:
-¡Qué buena suerte la tuya! Ahora eres dueña de dos caballos.
Doña Carmen repuso:
-Sí, sí, así es.
Al disponer de dos caballos ahora Doña Carmen podía salir a montar a caballo con su hija, Carmencita ( ¡qué ternura la suya ! ) . Pero un día, Carmencita se cayó del caballo y se fracturó una pierna. Vino El Caudillo y dijo:
--Mala suerte, muy mala suerte. ¡Si no hubiera venido ese segundo caballo...
Doña Carmen dijo:
-Sí, sí, así es.
Pasó una semana y hubo que movilizar a todos los jóvenes de bien a apalear a los universitarios de jersey de cuello alto que solicitaban libertad y democracia. Todos los jóvenes fueron movilizados, menos Carmencita, que estaba herida al caerse del caballo.
Y vino de nuevo El Caudillo y dijo:
-¡Tú sí que tienes buena suerte! Tu hija se ha librado de la movilización.
Y Doña Carmen comentó:
-Sí, sí, así es.
La narración es un ejemplo de la ecuanimidad y también de cómo los propios hechos de la existencia (la rueda de la vida que gira y gira) habría que aprender a verlos desde la justa perspectiva.
Y dicha esta sandez, no tengo nada más que añadir exceptuando los insultos de rigor al editor de esta página web:
¡estulto!, ¡camueso!, ¡lerdo!
¡Alabado sea el Señor!
Me honra la colaboración de este Guerrero del Antifaz que sintoniza con tanta armoniosidad con la línea editorial de este blog. Sus habituales insultos finales suenan como cánticos angélicos en mis oídos.
La anécdota de Doña Carmen Polo de Franco ha sido una aportación interesantísima y de gran calado histórico que, sin duda, hará las delicias de todos aquellos que no vivieron esa etapa de paz y prosperidad de España y viven engañados pensando que todos sufríamos oprimidos bajo el yugo fascista.
Estimado lerdo,
Suscribo plenamente su alegato de la libertad de expresión que ha expresado en su artículo.
Pero su argumentación me parece un sofisma, puesto que una cosa es la opinión y otra cosa bien distinta es el dictado de normas morales y/o éticas de comportamiento. Si los curas se limitaran a opinar no habría ningún problema, el problema es que osan dictar comportamientos éticos y con ello están mediatizando a buena parte de la gente (como mínimo a aquel o aquella que profese a pies juntillas su doctrina religiosa). ¿Por qué con que prerrogativa se arrogan los curas cierta superioridad moral o ética de su sistema ideológico?.
Ya puestos, ¿por qué no dejamos a los sordos opinar y criticar la música, o a los ciegos la pintura?, y que estas opiniones y críticas sienten cátedra. Además estimado lerdo, para emitir ciertos juicios de valor, son necesarias "experiencias sensibles" en primera persona, no reduzca todo al ámbito del conocimiento teórico.
M.A.S. dixit.
Tanta cultura en tan poco espacio me deja fuera de sitio, si queréis yo puedo aportar insultos, pero de los de verdad, no esas mariconadas que escribís.
Un insulto es: maricón, hijo puta, me cago en su puta madre, hostias, cabrones, gilipollas, y un infinito etcétera.
Sin embargo con la clase de insultos que mencionáis, más parecéis personas sin carácter, fuerza, maricomplejines en general, que personas de bien.
Ostias!, con dos cojones!, coño!
Estimado M.A.S.:
Su razonamiento me parece correcto pero más sofista, si cabe, que el mío. La Iglesia, en efecto, dicta normas pero la realidad es que el incumplimiento de esas normas no acarrea ningún castigo civil o penal (salvo en los casos en que tales directrices coincidan con la legalidad vigente). A nadie se le está obligando a secundar esa reglamentación si no lo estima oportuno. En definitiva, la Iglesia propone y cada individuo hace lo que estima oportuno. Sabemos que hay muchas personas que se plegarán sin más a los dictados de los jerarcas eclesiásticos pero eso no les resta libertad. Esa sumisión sigue siendo voluntaria y por tanto, la responsabilidad última es de cada cual.
Seguir dando vueltas a la necesidad de la experiencia de las cosas para poder tratar de ellas con autoridad nos llevaría a negar la posibilidad de que Thompson (tal vez no se escriba así) enunciase su teoría atómica (jamás vio un átomo) o que Einstein dedujese su conocida fórmula E=mc2 antes de poder experimentar la poderosa realidad de su deducción.
Un cura, por muy célibe que sea, puede saber mucho sobre el sexo salvo, tal vez, lo relativo a la experiencia compartida del mismo, pero eso no tiene nada que ver con saber las características de un preservativo y su modo de uso. Convendrá usted conmigo en que estas cosas se pueden saber sin necesidad de experimentarlas. ¿Qué aporta la experiencia del sexo con preservativo al conocimiento de su funcionalidad y capacidad anticonceptiva?
Saludos diodenales.
¡Jamás reconoceré que mis argumentos son falaces!
Ahora me progongo desmontar sus nuevos argumentos (nuevamente sofistas).
Creo que usted está confundiendo la deontología con la epistemología, o lo que vulgarmente se conoce, está mezclando las churras con las merinas.
Un cura puede emitir todas las opiniones que quiera sobre el sexo (sean correctas o incorrectas), pero siempre desde un punto de vista epistemológico, y si se me permite aséptico (en este punto estoy con usted). El problema viene, cuando susodicho cura habla desde un punto de vista deontológico del sexo. Entonces ya la hemos 'cagao', porque estamos coartando la libertad inherente al individuo mediante argumentos falaces.
Usted decía: "La Iglesia propone y cada individuo hace lo que estima oportuno", bien, pero yo me permito apostillar: la Iglesia no sólo propone, sino que también dispone. ¿Se ha parado usted a pensar los conflictos éticos y morales que acosarán a un buen feligrés que intente seguir la doctrina marcada por su iglesia en materia sexual?. Por eso le propongo, que lo que no se conoce en primera persona, no se está facultado para censurarlo ni ética, ni moralmente, y no me estoy refiriendo al acto sexual en sí, si no a los distintos conflictos derivados por una prohibición conductual.
Harina de otro costal, es la posibilidad de emitir teorías sobre hechos o cosas intangibles. Por supuesto que cualquiera tiene derecho a emitir y a formular la teoría que estime oportuno, pero como buena teoría habrá que demostrarla científicamente, de nuevo estamos en el ámbito epistemológico, no deontológico.
De acuerdo que Thompson elaboró su teoría atómica sin haber visto en su vida un átomo, pero lo que hizo no fue otra cosa que elaborar su teoría partiendo de la teoría atomista de Demócrito y la teoría química combinatoria de Dalton, para dar explicación a unos hechos que estas teorías no eran capaces de explicar. Pero, ¿estará usted conmigo en que esta teoría (la de Thompson) se abandonó cuando fue refutada por Rutterford?.
Con todo este rollo lo que le quiero decir es: una cosa es la Ciencia (epistemología) y otra bien distinta es la Moral o Etica (deontología). Una se basa en principios no inamovibles (pueden ser refutados continuamente) y la otra se basa en unos valores abstractos, intangibles y mucho me temo que para la Iglesia inamovibles.
M.A.S. dixit.
Estimado e insistente M.A.S.:
¡Me cago en todas sus muelas! (esto va con cariño). Antes de proseguir con una nueva parrafada, consignaré el significado de esas palabras tan bonitas que, para nuestro solaz e incremento cultural, ha utilizado usted en su intervención previa:
Epistemología: Doctrina de los fundamentos y métodos del conocimiento científico.
Deontología: Ciencia o tratado de los deberes.
Y volviendo al tema que nos ocupa, o a una de las ramificaciones que le están naciendo, me atrevo a decirle que sí me he parado a pensar en los conflictos morales que acuciarán a alguien que quiera seguir la norma indicada por la Iglesia cuando sus propias ideas no sean análogas a las defendidas por la mencionada institución.
Pienso ahora mismo en un pederasta que quiera ser buen cristiano, en un asesino que querría ver limitada su culpa por esos deseos irrefrenables de matar no tolerados por la doctrina eclesiástica. Se me ocurre que a algunos ladrones les encantaría también saber que su profesión es digna. Tal vez haya políticos prevaricadores que verían con gozo la exclusión de sus malas acciones de la lista de actividades proscritas de la vida de un buen cristiano. Seguramente una madre que aborta porque cree que no podrá dar una vida digna a su hijo, querría que la Iglesia aceptase su acto como tolerable.
Esta lista es sólo una muestra de lo bonito, a la par que estúpido, que sería que los tratados de moral y ética (de corte religioso o no) diesen por buenos todos los comportamientos humanos (siguiendo una estrategia de corte Zapateril). Sería cómodo para cada uno de nosotros saber que, hagamos lo que hagamos, estará bien hecho, pero la realidad nos indica que eso no lleva a nada bueno. Lo que sí debemos tener presente es que las normas marcan un camino genérico y que la realidad está plagada de excepciones que habrá que estudiar individualmente.
En este mundo todo cambia y, por tanto, también lo hacen las normas éticas. La responsabilidad de su aceptación, o no, depende de cada cual, sobre todo en el terreno religioso, porque en el civil sabemos que el no cumplimiento de esas normas éticas puede acarrear penas variadas.
Me surge ahora la duda de por qué se critica a la Iglesia por dar su opinión en temas de corte deontológico y parece normal que los poderes públicos hagan eso mismo. ¿Acaso no hablan constantemente los políticos de lo mala que es la intolerancia y lo bueno que es aceptar al diferente? ¿No oímos constantemente que hay que ser progresista y no fascista? Algunos próceres públicos arremeten contra los que denuestan el aborto y cacarean constantemente su defensa de los derechos humanos. Algunos Estados incluso reglamentan la cantidad de hijos que las familias pueden tener.
Teniendo en cuenta que el incumplimiento de las normas civiles sí acarrea castigos concretos y el incumplimiento de las de la Iglesia sólo acarrea problemas de conciencia ¿por qué preocupa tanto el malestar creado por la Iglesia en las conciencias de sus feligreses y tan poco el recorte evidente de libertad que marcan las normas éticas emanadas de los políticos? A mí no me parece terrible ni una cosa ni la otra. Comprendo la necesidad de regirnos por normas y me parecería tan absurdo hacer leyes tolerantes con todo como tratados de moral que aceptasen cualquier comportamiento.
Estimados compañeros de necedad,
la verdad es que después de tanta cultura condensada en los comentarios anteriores, tanto que algunos la llamarían pedantería, yo sólo tengo que hacer una pequeña apreciación, y es que las dos posturas enfrentadas, dan como “probado” un hecho, que los curas no tienen experiencia sexual, yo me permito poner en duda esa premisa.
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